Ética y buen gobierno: los pilares de la democracia en el siglo XXI
El siglo XXI se caracteriza por un rápido avance tecnológico, transformaciones sociales y una creciente complejidad geopolítica. En este contexto, los principios de ética y buen gobierno no son solo ideales abstractos; son la estructura que sostiene las democracias funcionales y las sociedades resilientes. Este enfoque crítico fue el eje de la ceremonia de clausura institucional de la Capital Europea de la Democracia, donde un panel de expertos exploró cómo los marcos éticos y los modelos de gobernanza dan forma al presente y al futuro de los sistemas democráticos.
Ética: La Brújula Moral del Progreso
A menudo se considera que la ética es un ámbito abstracto reservado para filósofos y teóricos morales. Sin embargo, como destacó Begoña Román, presidenta del Comité de Ética de los Servicios Sociales de Cataluña, la ética es profundamente pragmática. “La ética no trata de una perfección abstracta, sino de crear las condiciones para vivir bien juntos”, afirmó. En un mundo donde las instituciones enfrentan con frecuencia la erosión de la confianza pública, la ética proporciona un marco para reconstruir las conexiones entre gobiernos, organizaciones y ciudadanía.
Román subrayó que la gobernanza ética no se trata de neutralidad o imparcialidad, sino de reconocer los valores y compromisos compartidos que unen a las sociedades. “A menudo confundimos imparcialidad con neutralidad”, comentó. “La verdadera imparcialidad implica el coraje de defender lo correcto, incluso cuando es incómodo”. Este enfoque destaca que la gobernanza ética no es pasiva; da forma activamente a las estructuras dentro de las cuales se toman decisiones, asegurando que se alineen con la justicia, la equidad y el bien común.
Buen Gobierno: Un Requisito para la Confianza
La democracia prospera gracias a la confianza. Sin embargo, como destacó David Velázquez, exjuez y experto en compliance, esta confianza es frágil y debe ganarse mediante una gobernanza transparente, responsable e inclusiva. “La integridad pública y privada no pueden existir en silos”, afirmó Velázquez. Señaló la evolución de los marcos de gobernanza de la Unión Europea, como las directivas sobre contratación pública y protección de denunciantes, que buscan estandarizar la transparencia y la equidad entre los estados miembros.
La necesidad de buen gobierno es aún más urgente en una era de interdependencia global. Velázquez enfatizó los desafíos de armonizar regulaciones a través de fronteras, subrayando que la gobernanza inconsistente crea vulnerabilidades que son explotadas por la corrupción y los actores de mala fe. Destacó la importancia de asociaciones público-privadas basadas en compromisos éticos: “La integridad no es opcional; es el fundamento de una cooperación sostenible”.
El buen gobierno también requiere que las instituciones sean adaptables. Como señaló Román: “Vivimos en una época de aceleración y volatilidad. Las instituciones deben ser estables, pero lo suficientemente flexibles para responder a cambios rápidos sin perder su orientación ética”. Este doble mandato—estabilidad y adaptabilidad—refleja las complejas demandas de la gobernanza en un mundo cada vez más moldeado por crisis como el cambio climático y la desigualdad social.
Implicaciones para Urbanistas y Arquitectos Sociales
Para los urbanistas y arquitectos sociales, los principios de ética y buen gobierno resuenan profundamente. Las ciudades no son meramente espacios físicos; son escenarios donde convergen poder, políticas y participación. Las decisiones sobre diseño y desarrollo urbano tienen profundas implicaciones para la democracia, la equidad y la inclusión.
En esencia, el urbanismo ético nos desafía a preguntarnos: ¿Para quién son las ciudades? ¿Qué voces se priorizan en los procesos de planificación y diseño? Las respuestas a estas preguntas revelan el tejido moral de nuestros entornos urbanos. El diseño inclusivo no es solo una elección técnica; es un imperativo democrático. Los espacios públicos, la vivienda, el transporte y la infraestructura verde deben diseñarse para reflejar y servir a comunidades diversas.
Por ejemplo, el diseño de viviendas públicas no debe limitarse a satisfacer la necesidad de refugio; también debe promover la dignidad y la cohesión social. Los parques y plazas públicas no solo deben ser estéticamente agradables, sino también accesibles y acogedores para los grupos marginados. Estas decisiones, aunque aparentemente mundanas, tienen efectos en cadena sobre cómo se vive la democracia en la vida cotidiana.
Además, como urbanistas, debemos lidiar con las dinámicas de poder que están integradas en nuestro trabajo. El desarrollo urbano a menudo intersecta con cuestiones de desplazamiento, gentrificación y justicia ambiental. El buen gobierno en el urbanismo requiere transparencia en la toma de decisiones, una participación comunitaria significativa y mecanismos de rendición de cuentas para prevenir daños.
Las Intersecciones de Ética, Gobernanza y Democracia
La intersección de ética y gobernanza es quizás más visible en cómo abordamos las desigualdades sistémicas. Como observó Román: “La verdadera prueba de la gobernanza es cómo sirve a quienes tienen menos poder”. Las democracias no se evalúan por cómo atienden a la mayoría, sino por cómo protegen los derechos y la dignidad de las minorías, los grupos marginados y las generaciones futuras.
Velázquez añadió otra dimensión a esta conversación, enfatizando el papel de los mecanismos de compliance en la implementación de una gobernanza ética. “La gobernanza no se trata solo de reglas; se trata de crear sistemas que permitan la rendición de cuentas”, afirmó. Señaló las protecciones a los denunciantes como un ejemplo de cómo la gobernanza puede empoderar a los individuos para desafiar la corrupción y las malas prácticas, fortaleciendo así las instituciones democráticas.
Una Llamada a la Acción
La ética y el buen gobierno no son ideales abstractos: son marcos accionables que influyen en todos los aspectos de la sociedad, desde la formulación de políticas hasta la planificación urbana. Para quienes damos forma al entorno construido, estos principios nos recuerdan que nuestro trabajo es profundamente político. Las decisiones que tomamos sobre el uso del suelo, la zonificación y la infraestructura son decisiones sobre quién tiene poder, quién tiene acceso y quién pertenece.
La ceremonia de clausura de la Capital Europea de la Democracia concluyó con una reflexión que encapsula este ethos: “La ética debe triunfar, porque es el fundamento del buen gobierno y la promesa de una sociedad justa”. En el siglo XXI, los desafíos que enfrentamos—crisis climáticas, fragmentación social y disrupción tecnológica—demandan no solo soluciones técnicas, sino también claridad moral.
Como arquitectos, urbanistas y ciudadanos, estamos llamados a contribuir a un proyecto compartido: construir comunidades donde la democracia no sea solo un sistema de gobernanza, sino una realidad vivida. Para lograrlo, debemos priorizar la ética y el buen gobierno, reconociendo que no son fines en sí mismos, sino medios para un futuro donde todos puedan prosperar.
Palabras de:
Konstantina Chrysostomou
Fecha de publicación:
15/11/2024
Escrito originalmente en:
inglés
Tags:
Vida cotidiana / Espacio público