¿Para quién diseñamos las ciudades?

¿Para quién diseñamos las ciudades?

Las ciudades del futuro no se definen solo por los rascacielos, la innovación tecnológica o las iniciativas verdes. Se definen por las personas: la diversidad, la complejidad y el tejido cambiante de quienes las habitarán. Como arquitectas y urbanistas sociales, nuestra tarea no es solo planificar y construir, sino entender profundamente para quién estamos diseñando. Este entendimiento marca cada decisión que tomamos y nos obliga a preguntarnos: ¿cómo podemos crear espacios que resuenen con las experiencias de vida de todas las personas?

Una nueva demografía urbana

El panorama demográfico de las ciudades está cambiando rápidamente. La migración, el envejecimiento de la población y la evolución de los modelos familiares están transformando las comunidades urbanas. Según Naciones Unidas, para 2050, cerca del 68 % de la población mundial vivirá en zonas urbanas, muchas de ellas impulsadas por el cambio climático, los conflictos y las oportunidades económicas. Francesca Tur Serra, en un reciente foro, lo resumió diciendo: «Nos dirigimos hacia un mundo de habitantes urbanos interculturales, no normativos, buscadores de salud y aumentados.» Estos cambios exigen ciudades flexibles, inclusivas y adaptables.

Las personas migrantes aportan una gran riqueza cultural, pero también ponen de manifiesto la necesidad urgente de espacios que fomenten la cohesión social. Proyectos como Kitchen Square en Estocolmo, donde una plaza pública se convirtió en una cocina al aire libre para compartir comidas, ejemplifican cómo el diseño puede construir puentes culturales. El objetivo es claro: «¿Cómo podemos cultivar una sociedad donde la diferencia sea vista como una oportunidad para enriquecernos mutuamente?» se preguntaba Tur Serra.

Repensar las normas

Los modelos familiares tradicionales y los patrones laborales están evolucionando. Cada vez más, las ciudades albergan hogares unipersonales, parejas sin hijos y personas que buscan vivir en modelos multigeneracionales o comunitarios. Esto requiere nuevos modelos de vivienda: apartamentos compactos, espacios de cohousing y barrios adaptables a diversos estilos de vida.

Los lugares de trabajo también están cambiando. El teletrabajo, los horarios flexibles y el nomadismo digital están redefiniendo cómo diseñamos los espacios urbanos. Edificios de oficinas desocupados pueden convertirse en centros comunitarios, guarderías o vivienda asequible. «Las ciudades deben evolucionar para responder a estas realidades no normativas,» destacó Tur Serra.

La salud como prioridad en el diseño

El habitante urbano del futuro busca un bienestar integral: físico, mental y social. La soledad, un problema creciente, requiere intervenciones creativas. Iniciativas como los Chat Benches, bancos que invitan a desconocidos a conversar, o parques diseñados para practicar tai chi y ejercicio comunitario, ejemplifican cómo los espacios públicos pueden combatir el aislamiento.

Además, el envejecimiento de la población nos plantea repensar la accesibilidad y el propósito de los espacios. Programas compartidos donde las personas mayores cuidan a niños o gestionan espacios comunitarios generan conexiones intergeneracionales y ofrecen un nuevo sentido de comunidad.

Equilibrar tecnología y tradición

Aunque la tecnología es omnipresente, debe ser una herramienta al servicio de las personas, no un dictador. Ciudades equipadas con tecnología accesible y discreta pueden mejorar la vida diaria: desde infraestructuras basadas en IA hasta herramientas compartidas. Pero, como señaló Tur Serra, «también necesitamos espacios libres de tecnología, donde las personas puedan reconectarse con las tradiciones y entre ellas.»

El ejemplo finlandés de una isla libre de teléfonos ilustra este equilibrio. Los espacios urbanos deben ofrecer zonas hiperconectadas, pero también «zonas de desconexión,» donde la interacción humana sea la protagonista.

Diseñar con ética y optimismo

«Las personas no solo son habitantes de las ciudades; son agentes de cambio,» dijo Berta Segura Agulló. Esta reflexión subraya la responsabilidad ética que tenemos como urbanistas. Debemos involucrar a las comunidades en la toma de decisiones, reconociendo su experiencia vivida. Incorporar voces diversas asegura que las ciudades no solo sean funcionales, sino también justas e inspiradoras.

El optimismo es clave. «Las ciudades necesitan optimismo,» dijo Tur Serra. Diseñar con una mentalidad de futuro nos permite abordar los desafíos actuales mientras abrazamos las oportunidades que vendrán.

¿Para quién diseñamos?

En última instancia, diseñamos para todas las personas: la persona migrante, la madre o el padre soltero, la persona mayor jubilada o el nómada digital. Nuestro trabajo no consiste en imponer soluciones, sino en facilitar vidas, fomentar conexiones y nutrir un sentido de pertenencia. Al avanzar hacia el futuro, recordemos las palabras de la urbanista Jane Jacobs: «Las ciudades tienen la capacidad de proporcionar algo para todos, solo porque, y solo cuando, son creadas por todos.»

Al dar forma a las ciudades del mañana, debemos escuchar, adaptarnos y liderar con humildad y esperanza. El futuro urbano depende no solo de lo que construimos, sino de cómo incluimos, empoderamos e inspiramos a las personas que lo habitarán.

Palabras de:

Konstantina Chrysostomou

Fecha de publicación:

10/11/2024

Escrito originalmente en:

inglés

Tags:

Vida cotidiana / Espacio público