Abrazando la diversidad
El papel de los espacios públicos en un mundo en constante cambio

En un mundo marcado por un cambio constante, donde las líneas entre la migración y el arraigo se difuminan, y donde la intersección de identidades teje un complejo tapiz, nos encontramos en un tiempo de armonización y disonancia. Somos, como sugiere Amin Maalouf, todas las personas en cierto modo migrantes, navegando en un universo que guarda poco parecido con el lugar de nuestro nacimiento. Nuestras identidades, antes sólidas e inmutables, son ahora fluidas y evolucionan a lo largo de nuestras vidas.

Como afirmó de manera profunda Wilhelm Reich: «Piensas que los fines justifican los medios, aunque estos sean viles. Te engañas: el fin es la trayectoria con que lo alcanzas. Cada paso dado hoy es tu dicha del mañana. Ningún objetivo verdaderamente grande podrá ser alcanzado por medios viles – tienes la prueba de que así ha sucedido en todas las revoluciones sociales. La vileza o inhumanidad de una trayectoria dada te convierte en vil e inhumano, y el fin, se vuelve inalcanzable.» Las palabras de Reich subrayan la profunda conexión entre los medios y los fines en el viaje de la identidad. Es un recordatorio de que el camino que elegimos importa tanto como el destino.

El concepto de identidad, profundamente entrelazado con la idea de la migración, se encuentra en un estado de constante fluidez. Somos moldeadas no solo por nuestras raíces, sino por los entornos en los que nos encontramos. La identidad es una construcción que se adapta continuamente a medida que enfrentamos nuevas culturas, idiomas y ideas. Como señala Maalouf, «ser migrante ya no se limita a quienes han sido obligados a dejar sus tierras natales; ahora abarca una definición más amplia. Todos debemos aprender nuevos idiomas, adaptarnos a diferentes formas de hablar e interiorizar códigos ajenos a nuestras identidades originales.»

Este proceso de evolución de la identidad a menudo nos deja sintiéndonos divididos, atrapados entre la tierra que dejamos y la que abrazamos. Abrazar una nueva cultura no es un acto de traición, sino una negociación compleja que implica navegar por una gama de emociones. La nueva cultura puede ser una de rechazo, una respuesta a la represión, la inseguridad o la falta de oportunidades. Sin embargo, el acto de dejar atrás una parte de nuestra identidad, incluso cuando se encuentra en circunstancias difíciles, conlleva un sentimiento de culpa y tristeza.

Sin embargo, la esencia de una sociedad armoniosa radica en la aceptación de todas las identidades. Como Maya Angelou lo expresa con elocuencia: «Todas las personas deberíamos saber que la diversidad crea un rico tapiz, y debemos entender que todos los hilos del tapiz tienen igual valor, independientemente de su color.» La diversidad no se limita solo a cuestiones étnicas o raciales, sino que también abarca género, religión, idioma, orientación sexual y más.

Los espacios públicos, esos ámbitos compartidos donde las comunidades se intersecan y coexisten, desempeñan un papel fundamental en fomentar la diversidad y promover el antirracismo. Estos espacios sirven como terreno común donde individuos de diferentes procedencias, culturas e identidades se reúnen. En los espacios públicos, las líneas que nos separan según la etnia, la raza u otras características comienzan a difuminarse, ya que la experiencia compartida de la coexistencia toma prioridad.

Jane Jacobs, en su obra atemporal «La muerte y la vida de las grandes ciudades americanas», enfatiza la importancia de las áreas urbanas bien diseñadas. Las ciudades tienen el potencial de proporcionar algo para todos, pero solo cuando se crean de manera colaborativa. Una ciudad armónica se caracteriza por la existencia de líneas claras entre espacios públicos y privados, con edificios orientados hacia las calles y aceras en constante actividad. Esta inclusión es la clave para hacer que las ciudades sean vivas y habitables.

Los espacios públicos, ya sean plazas de ciudad muy concurridas, parques serenos o barrios vibrantes, ofrecen una oportunidad para que los individuos interactúen entre ellos. Esta interacción, a menudo espontánea y no escenificada, permite a las personas presenciar la diversidad de los alrededores, desmontando estereotipos y prejuicios. El simple hecho de compartir un espacio público fomenta un sentimiento de interconexión, promueve la empatía, la comprensión y la apreciación de las diferentes culturas e identidades.

Además, estos espacios proporcionan una plataforma para la expresión de identidades diversas. Eventos culturales, festivales y encuentros en espacios públicos celebran un rico tapiz de tradiciones, lenguas y costumbres. Se convierten en un testimonio de la belleza de la diversidad, mostrando el valor de las diferentes perspectivas y experiencias.

En nuestra búsqueda para honrar la diversidad y promover el antirracismo, los espacios públicos ofrecen un área crítica de cambio. Angela Y. Davis nos recuerda que en una sociedad racista, no es suficiente con no ser racista; debemos ser activamente antirracistas. Esto significa desafiar los prejuicios sistémicos y trabajar hacia una sociedad más inclusiva. En este proceso, lo personal se vuelve político a medida que enfrentamos las ideologías que subyacen al racismo y la represión. El propio diseño y uso de los espacios públicos pueden bien perpetuar las desigualdades raciales o bien desafiarlas.

Mediante la creación de espacios públicos inclusivos y accesibles, enviamos un mensaje poderoso de que todas las personas, independientemente de su etnia o raza, tienen derecho a existir, interactuar y prosperar en nuestras comunidades. Cuando los espacios públicos están diseñados para acomodar una variedad de expresiones culturales, contribuyen a desmantelar los prejuicios sistémicos y fomentar un entorno de aceptación y igualdad.

«La Gran Bienvenida», una adaptación de las palabras de Kate Morales, epitomiza la esencia de los espacios públicos al dar la bienvenida a personas de todos los orígenes. Reconoce su cultura, etnia, religión y género, enfatizando que todos son bienvenidos y que sus identidades únicas son celebradas.

La idea de la herencia de Amin Maalouf destaca el papel de la cultura en la construcción de un sentimiento de pertenencia. Las personas llevan su herencia consigo, ya sea en forma de nombres, lenguas, rituales o recuerdos. Estos emblemas portátiles del pasado dan continuidad a los nuevos hogares y sirven como conexión con las raíces de cada uno.

La identidad, profundamente arraigada en la memoria cultural, se mantiene a través de imágenes colectivas, rituales, monumentos y comunicación institucional. El concepto de Maurice Halbwachs sobre los puntos fijos y las figuras de la memoria subraya la importancia de la objetivación cultural en la preservación y estabilización de la memoria cultural.

En un mundo que cambia rápidamente, nuestras identidades y los espacios que habitamos deben reflejar la riqueza de la diversidad humana. Los espacios públicos representan la materialización física de nuestro compromiso con la diversidad, donde todas las personas pueden abrazar su identidad y encontrar su lugar en un mundo que valora y celebra el espectro completo de las experiencias humanas. Como sabiamente señaló Maya Angelou, «Si intentamos entendernos, quizás incluso lleguemos a ser amigos». Es esta comprensión y aceptación, fomentada por los espacios públicos, la que nos llevará hacia un futuro más armonioso e inclusivo.


* Referencias

  • Angelou, Maya. «Wouldn’t Take Nothing for My Journey Now.» Bantam, 1993
  • Jacobs, Jane. «The Death and Life of Great American Cities.» Vintage, 1992.
  • Davis, Angela Y. «Freedom is a Constant Struggle.» Haymarket Books, 2016.
  • Maalouf, Amin. «In the Name of Identity: Violence and the Need to Belong.» Penguin, 2001.
  • Morales, Kate. «The Big Welcome,» adapted from Mycelium School (2013-2016), in «Slow Spatial Reader: Chronicles of Radical Affection,» edited by Carolyn F. Strauss, Valiz, 2021.
  • Lowenthal, David. «The Past is a Foreign Country.» Cambridge University Press, 1985.
  • Halbwachs, Maurice. «On Collective Memory.» University of Chicago Press, 1992.
  • Wilhelm Reich, “Listen, Little Man!”, The Noonday Press, 1948


Foto: Konstantina Chrysostomou, 2016

Palabras de:

Konstantina Chrysostomou

Fecha de publicación:

13/10/2023

Escrito originalmente en:

inglés

Tags:

Vida cotidiana / Espacio público