Proteger la Democracia a través de la Democracia Participativa y los Movimientos Sociales

Proteger la Democracia a través de la Democracia Participativa y los Movimientos Sociales

La democracia a menudo se reduce al acto de votar: elegir representantes que hablen en nombre de la ciudadanía y esperar hasta el siguiente ciclo electoral para volver a hacer oír nuestras voces. Sin embargo, la democracia en su forma más auténtica debe ir mucho más allá de las urnas. Requiere la participación activa de la ciudadanía en los procesos de toma de decisiones y debe estar arraigada en las experiencias y luchas cotidianas de las personas. Los movimientos sociales, en particular, han jugado históricamente un papel vital en la expansión del proceso democrático y en asegurar que este siga vivo, dinámico e inclusivo.

Recientemente, tuve la oportunidad de asistir a la Bienal de Pensamiento en Barcelona, donde escuché debates muy interesantes sobre la importancia de proteger la democracia y el papel que la democracia participativa juega en este esfuerzo. Ponentes como Donatella Della Porta, Amador Fernández-Savater y Claudia Delso Carreira ofrecieron valiosas reflexiones sobre cómo podemos fortalecer los procesos democráticos fomentando una mayor implicación ciudadana y la acción colectiva. Sus reflexiones reforzaron la idea de que la democracia participativa no es solo un concepto teórico, sino una necesidad práctica frente a las crecientes amenazas a los sistemas democráticos en todo el mundo.

 

Los límites de la Democracia Representativa

La democracia representativa, aunque es un pilar esencial de la gobernanza moderna, a menudo es insuficiente para abordar las complejidades y desigualdades que existen dentro de la sociedad. Las elecciones pueden desconectarse fácilmente de las realidades de los grupos marginados—ya sea por razones de género, clase, raza u orientación sexual. Los movimientos sociales, por otro lado, llevan estas voces marginadas al centro de la atención. Como señaló una persona ponente, «Existen muchas dinámicas de poder que humillan ciertos cuerpos», destacando cómo la opresión sistémica se dirige a grupos particulares. Las estructuras democráticas tradicionales pueden pasar por alto estos problemas, pero los movimientos sociales crean espacios donde quienes han sido silenciados pueden ser escuchados.

La democracia participativa ofrece un marco para transformar estas frustraciones en acción. No se trata solo de votar cada pocos años, sino de involucrarse directamente con los temas que más importan a las personas. Se trata de diálogo, resolución colectiva de problemas y la formación de alianzas entre sectores diversos de la sociedad. Este proceso de «inventar una identidad y formar alianzas con personas diferentes a ti» refleja un compromiso democrático más profundo, uno que permite el desarrollo de una sociedad más inclusiva.

 

El papel de los movimientos sociales en la expansión de la democracia

Los movimientos sociales siempre han estado en el corazón de la transformación democrática. Desde los derechos laborales hasta el sufragio femenino, desde los derechos civiles hasta la justicia ambiental, los movimientos nacen de la necesidad de abordar las injusticias e impulsar el cambio. Estos movimientos hacen más que exigir reformas; desafían las estructuras mismas que perpetúan la desigualdad y ofrecen visiones alternativas de gobernanza y comunidad.

En los últimos años, movimientos como el Sindicato de Inquilinas y otras iniciativas de base en todo el mundo han demostrado el poder de la acción colectiva. Un ejemplo significativo proviene de Bolivia, donde un museo impulsado por la comunidad desafía las narrativas coloniales al involucrar a las comunidades indígenas como coautoras de las exhibiciones del museo. Este enfoque participativo rompe las dinámicas de poder tradicionales y transforma la forma en que se produce y comparte el conocimiento. Como observó una persona ponente, «Debemos aprender a escuchar con respeto, observar y cambiar las prácticas establecidas que perpetúan la dominación.»

Al ir más allá de los límites establecidos por la democracia representativa, los movimientos sociales nos recuerdan que la democracia no es estática. Debe ser trabajada y protegida constantemente. Estos movimientos tienen el potencial de reconfigurar los espacios públicos, crear instituciones más equitativas e involucrar a la ciudadanía de maneras significativas. Actúan como incubadoras vitales para la innovación democrática y someten al poder a control cuando las estructuras políticas tradicionales fallan.

 

La Democracia Participativa como Antídoto frente al Sistema Impulsado por el Mercado

Uno de los principales desafíos que enfrenta la democracia hoy en día es la creciente influencia de las fuerzas neoliberales de mercado que priorizan el beneficio sobre las personas. El dominio del sistema de mercado se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida, incluidas las instituciones democráticas, convirtiendo a la ciudadanía en consumidora en lugar de participantes activas. En respuesta, los movimientos sociales y la democracia participativa ofrecen una vía para recuperar el espacio público del control de la lógica de mercado.

Como señaló otra persona comentarista, vivimos en un momento en que «la vida de mercado fomenta el comportamiento egoísta», pero nuestra misma naturaleza como seres humanos se basa en la cooperación. La democracia participativa, cuando se practica plenamente, reúne a las personas en un espacio compartido donde la cooperación, y no la competencia, se convierte en el principio rector.

En este sentido, la democracia no es solo una herramienta de gobernanza, sino un espacio para construir comunidad y solidaridad. Proporciona una alternativa a la noción neoliberal de individualismo, poniendo el acento en el bienestar colectivo. La idea de que «nuestras células están diseñadas para cooperar» desafía la creencia de que la democracia debe estructurarse en torno a la competencia y las luchas por el poder. La democracia participativa exige inclusividad, deliberación y responsabilidad compartida por el bien común.

 

Proteger la Democracia ante las Políticas Reactivas

El aumento de los movimientos de extrema derecha y de líderes populistas en todo el mundo representa una amenaza significativa para la democracia. Estas fuerzas reactivas a menudo apelan a los miedos de las personas, manipulándolas con desinformación y xenofobia. Sin embargo, los movimientos sociales pueden actuar como una fuerza contraria al promover un diálogo informado y empático. El crecimiento de movimientos que desafían el dominio corporativo en la educación, la salud y la vivienda demuestra que la ciudadanía no está dispuesta a aceptar pasivamente estas amenazas a su bienestar.

Pero para que estos movimientos sean efectivos, deben ir más allá de la mera crítica al sistema. La crítica es importante, pero como señala una persona académica, «La crítica es una manera de no querer que nada cambie.» En lugar de limitarse a señalar lo que no funciona, los movimientos deben centrarse en construir algo mejor, creando espacios donde las personas puedan imaginar y construir nuevos futuros.

Es crucial que los movimientos sociales continúen ampliando el significado de la democracia más allá de sus limitaciones institucionales. La democracia no debe limitarse a votar cada pocos años o a las decisiones de unas pocas personas electas. La verdadera democracia requiere un compromiso continuo y la protección de espacios donde la ciudadanía pueda colaborar, desafiar el poder y trabajar por el bien común.

 

El Futuro de la Democracia: Construir un Proyecto Colectivo

Los desafíos que enfrenta la democracia hoy en día son inmensos, pero también lo son las oportunidades. A medida que los movimientos sociales de todo el mundo continúan movilizándose, están demostrando que la democracia puede ser más que un conjunto de procedimientos o instituciones, puede ser un proceso vibrante y participativo arraigado en la vida cotidiana de la ciudadanía.

Aprovechando las lecciones de los movimientos pasados y presentes, debemos seguir ampliando el alcance de la democracia, asegurándonos de que se vuelva más inclusiva, equitativa y receptiva a las necesidades de todas las personas. Como dijo una persona ponente, «La transformación no es solo sobre el contenido, sino sobre las maneras de hacer las cosas.» Debemos repensar cómo practicamos la democracia, y esto comienza por adoptar métodos participativos que empoderen a la ciudadanía para asumir un papel activo en la configuración del mundo que les rodea.

En conclusión, proteger la democracia requiere mucho más que salvaguardar elecciones o instituciones políticas, exige fomentar una cultura de participación, donde voces diversas puedan reunirse, compartir sus historias y construir nuevas formas de solidaridad. Los movimientos sociales seguirán siendo el motor de esta transformación, y a través de ellos, podemos construir una democracia que realmente funcione para todas las personas.

Citas:

  • «La cooperación no es solo una herramienta de resistencia, sino una parte fundamental de nuestra naturaleza humana; así es como hemos superado la adversidad a lo largo del tiempo.»
  • «La transformación no es solo sobre el contenido, sino sobre las maneras de hacer las cosas.»
  • «Debemos aprender a escuchar con respeto, observar y cambiar las prácticas establecidas que perpetúan la dominación.»
  • «La crítica es una manera de no querer que nada cambie. El verdadero desafío es construir espacios donde podamos imaginar y crear futuros mejores.»
  • «La vida de mercado fomenta el egoísmo, pero nuestra naturaleza humana está diseñada para la cooperación.»

En un mundo donde la democracia enfrenta amenazas constantes, los movimientos sociales y la democracia participativa siguen siendo vitales para mantenerla viva y significativa.

Palabras de:

Konstantina Chrysostomou

Fecha de publicación:

14/10/2024

Escrito originalmente en:

inglés

Tags:

Vida cotidiana / Espacio público

Como el cuello infinito

Como el cuello infinito

Sigo arrastrando los pies, que cargan el día entero, pero se despegan de la acera y me voy elevando por la calle medio vacía. Por encima de papeles y colillas, de los coches aparcados en hilera. Por encima del escaparate de la tienda de marcos y molduras a punto de cerrar, del tintín de los vasos del Sabadelle, recién abierto, y del cartel luminoso del hostal Mar de Plata, que nunca se apaga.

Tres, cuatro, cinco metros. Sigo adelante, flotando entre edificios. Ya estoy a la altura de las ventanas del segundo piso. Paso tan cerca que podría hablar con los habitantes del inmueble. Escuchar el telediario con el hombre de la camiseta de tirantes, espachurrado en el sofá. Probar la sopa que hace rato que cuece, junto a la mesa de cocina del piso de estudiantes. Acariciar las toallas esponjosas que Pepa descuelga ya secas del tendedero de la galería.

Siete, ocho, nueve metros. Flotar me hace sentir libre. Desaparecen las líneas de los adoquines, se desdibujan las copas de los árboles y las tareas del calendario. Una multitud de lucecitas desenfocadas siembran el paisaje urbano, como si Seurat estuviera pintando el anochecer del siglo XXI: tiras de farolas amarillentas serpenteando las calles, los ojos blancos de los coches que vienen, y los rojos de los que van, la coreografía en bucle de los ciclos semafóricos.

Para mí, es el camino mágico a casa. No todas piensan que es mágico, quizás no son conscientes del privilegio de atravesar la ciudad en vuelo rasante. Pero ninguna de las personas que flotan a mi alrededor tiene prisa. Esto es. Esto tenemos en común. Hay quienes pasean de la mano, y quienes sostienen una correa. Hay quienes pausan su mente en el horizonte y quienes sudan el estrés del trabajo a toda leche. Perros que se persiguen. Autofotos temerarias. La chica de las ocho. Pero nadie tenemos prisa.

Es un camino flotante que envuelve el barrio a diez metros de altura. Como los aros de humo de un cigarrillo que se hacen exhalando. O los cinturones de asteroides de Saturno. Es un lugar comparable al High Line de Nueva York, pero sin gentrificar. Sin restricciones horarias ni polución. Con el poso de siglos de historias por encima. No es ningún jardín, pero sobrevuela el bosque sagrado, y puede pasearse sin detenerse, porque al ser un corro no tiene principio ni fin.

La chica de las ocho se abriga siempre con cuellos infinitos tejidos a crochet, y con gorros de lana. Con borla. Se los hace su madre. Hoy los lleva blancos, pero cuellos y gorros los tiene de muchos colores. Y siempre combinan, como si salieran de una misma paleta de otoño, de tierra mojada y hojas caídas. Siempre nos cruzamos a éstas horas, pero la oscuridad sólo deja descubrirnos cuando estamos muy cerca, con el tiempo justo de mirarse de reojo y esbozar una sonrisa. Porque para saber si alguien te mira a los ojos tú debes mirar también, simultáneamente. O para saber si se gira a ver cómo te alejas.

Yo no sé si se gira cuando me alejo, pero sigo adelante, por el camino mágico a casa, porque sé que en pocos minutos nos volveremos a cruzar sobrevolando el barrio. Hasta que de tantos pequeños instantes hagamos un buen rato.

 

* Referencias

Texto inspirado en la vida cotidiana de la muralla de Lugo como espacio público singular y extraordinario.

Imagen: Dibujo de Juan Creus Andrade para la publicación «Recinto. Lugo: historia y ciudad», 2014.

Palabras de:

Arnau Boix i Pla

Fecha de publicación:

26/09/2021

Escrito originalmente en:

catalán

Tags:

Vida cotidiana / Espacio público

El espacio no es neutral

El espacio no es neutral

L’ESPAI no és neutral.

L’espai no és NEUTRAL. 

L’espai NO és neutral.

Beirut, Mostar, Nicòsia, Jerusalem, Belfast

A cada una d’aquestes ciutats, els agents urbans van subestimar les tensions interètniques creixents fins que va ser massa tard i la violència es va estendre, provocant una segregació física. Tot i que les parets, les tanques i les “terres de ningú” que van resultar  d’aquestes tensions tenien un caràcter temporal, van acabar tenint un poder de permanència considerable, que va obligar les persones separades a enfrontar la vida «en estat de setge». En aquests casos, fins i tot, després que el món polític hagi signat la pau, les persones confronten pèrdues que estan més enllà de qualsevol compensació. En el camí cap a la divisió urbana, es trenca un contracte social entre l’estat i les persones.

Les ciutats dividides són un far que alerta a totes les ciutats en les quals la rivalitat entre comunitats amenaça el funcionament i la seguretat urbana. Totes les ciutats contenen línies de falla o fronteres ètniques que donen forma a barris “bons” i “dolents” i sentit local a “l’altra banda de les vies”.

Aquestes cinc ciutats estan vinculades per episodis de desenvolupament similars amb seqüències i patrons semblants. Els esdeveniments que van empènyer Belfast, Beirut, Jerusalem, Mostar i Nicòsia a travessar el llindar de l’apartheid ètnic, tenen molt en comú. No totes les fases que s’expliquen més endavant es troben a cada ciutat. Tot i això, poden ser indicadors considerables de la propensió a la segregació física, quan aquestes societats ètnicament diverses es troben en situació d’estrès i en una transició social important:

  1. Politització de l’etnicitat: fusió de la identitat política i ètnica a gran escala.
  2. Agrupació: si augmenten les pressions, les persones-membres d’una comunitat urbana amenaçada poden buscar clústers més petits i més homogenis ètnicament per protegir-se.
  3. Ampliació política: les ciutats dividides funcionen en part com a emblemes de lluites polítiques més grans en les quals els habitants dels enclavaments estan preparats per lliurar batalles que no serveixen directament als seus interessos personals.
  4. Traçat de la frontera: una vegada les comunitats ètniques amenaçades s’han retirat en grups homogenis i el terreny urbà s’ha convertit en territori polític, queda per traçar formalment les línies de batalla.
  5. Concretització: aquests límits traçats que separen els grups, es transformen de permeables a impermeables. Aquest, és un procés que es basa en un disseny i una execució intencionada. Aquests límits pretenien ser temporals en previsió d’intervenció diplomàtica, tot i que acaben existint durant dècades.
  6. Consolidació: una vegada que els límits ètnics s’han traçat i concretat a l’entorn urbà, el clima polític determina si les autoritats municipals augmentaran o contrarestaran el procés de divisió.
  7. Unificar, però no integrar: a causa de les grans ineficiències de la segregació física en un entorn dissenyat per a la cooperació de les persones, les particions urbanes poques vegades són sostenibles. Tot i que les barreres físiques es poden enderrocar fàcilment, les cicatrius socials i físiques que queden no desapareixen amb facilitat. Les seqüeles psicològiques de llargs períodes de violència i intimidació, generalment impedeixen que les persones que han viscut aquest període de divisió habitin de nou les zones antigament prohibides.

La ciutat dividida canònica continua estant dividida mentre es mantinguin les inseguretats que van conduir a la violència intergrupal. Tot i que les particions físiques generen nous problemes i intensifiquen les rivalitats interètniques per si mateixes, la seva eliminació és necessària però no suficient per a la creació de condicions més favorables i equitatives en el marc urbà.

* Referències 

  • J. Calame, E. Charlesworth, (2009) Divided cities, University of Pennsylvania Press
  • A. Oz, (1994) Israel, Palestine and Peace: Essays on a Paradoxical Situation
  • CCCB (2005) Breaking the wall: the social responsability of Palestinian and Israeli Academics and Intellectuals at Times of Violent conflict: An introspective Search
  • K. Chrysostomou (2013) Διακοινοτικές σχέσεις σε διαιρεμένες πόλεις: Η περίπτωση της Λευκωσίας (Relacions intercomunitàries en ciutats dividides: el cas de Nicòsia)
  • K. Chrysostomou (2016), Negotiating Cultural Identities in Post Conflict Spaces: The memorial landscapes of Nicosia
  • Fotos: Konstantina Chrysostomou, No man’s land in Cyprus

Palabras de:

Konstantina Chrysostomou

Fecha de publicación:

12/05/2021

Escrito originalmente en:

inglés

Tags:

Vida cotidiana / Espacio público

Calle Corona

Calle Corona

El carrer Corona s’ha fet estret. Ara, des de l’entradeta de casa, al número 21, sentim els pardalets a qualsevol hora del dia, veiem les veïnes trastejar a les finestres, i dóna un sol espectacular. Que segur que abans també donava, però no sabiem el seu horari de visita.

Estos dies l’hem arreglada, l’entradeta. Hem posat els nostres noms cal·ligrafiats a la bústia. Hem instal·lat una lleixa de castanyer, pulida i envernissada. És xicoteta, no fa ni dos pams de llarg, i està feta amb la fusta d’una antiga artesa de salar de vés a saber on. A la lleixa es recolza un test amb una heura ressuscitada, i hi penja un fanalet de vidre bufat, sostingut amb una xarxa de corda teixida amb molt d’ofici.

Eixim a l’entradeta a fer el cafè. Alhora, la veïna d’unes portes més enllà, la número 15, agrana primer i arruixa després la vorera de davant de sa casa, com per fer net després que tothom hagués marxat al tall a guanyar-se les garrofes. En realitat ningú no ha marxat de casa.

Com que el carrer s’ha encollit i estem més a prop, la conversa es fila més ràpid, i en un moment Adela ens està contant a nosaltres i a Miquel (asomat a la finestra del primer pis del 14), que quan ella era fadrina, el carrer també era així, petitó. I els veïns i veïnes el tancaven als cotxes per sopar juntes o per eixir a la fresca els vespres de bon oratge.

Miquel somriu, i atropella el relat amb el seu propi, de tantes ganes d’explicar els records que la història d’Adela li ha despertat. Al seu poble també tancaven el carrer Corona cada diumenge. Disputaven partides de pilota a mà. Jugaven a llargues, lo menos, quatre o cinc joves per banda. Mig barri s’hi acostava a veure la partida que, quan era senyalada, omplia l’aforament: voreres, finestres i balcons atapeïts d’ulls que seguien els tantos d’extrem a extrem del carrer. Quin gust vore’l tan plenet de gent! Que aplaudia i cridava. Que reia o feia carasses, segons el joc.

Nosaltres els comentàvem que quina sort que el carrer Corona s’haja tornat a fer estret. Que no cal ni tallar-lo als cotxes per xerrar una estona qualsevol. Que la lleixa i el fanalet vénen del nord, i que quina acció de cura tan bonica i tan poc reconeguda és netejar una part de la vorera de totes. Que també tenim arrels al sud, i que ens encantaria organitzar aquí mateix una partida de llargues en quant les circumstàncies ho permeten.

* Referències

Text inspirat en els estudis de Donald Appleyard sobre l’impacte del trànsit de vehicles en la vida veïnal:

Imatge: Reproducció digital del diagrama de les connexions socials al carrer (Appleyard, 1969).  Les línies representen conexions socials, i els punts identifiquen els llocs de trobada de la gent.

Palabras de:

Arnau Boix i Pla

Fecha de publicación:

26/04/2020

Escrito originalmente en:

catalán

Tags:

Vida cotidiana / Movilidad sostenible / Espacio público